El año 2017 se publicó en Estados Unidos un libro con el relato autobiográfico de la conversión al catolicismo de su autora, Derya Little. El título del libro es bien elocuente: Del islam a Cristo: El camino de una mujer a través de los enigmas de Dios. Se trata del relato de su paso desde el islam hasta el cristianismo pasando por el ateísmo, ofreciéndonos a los occidentales una mirada intrigante sobre la cultura musulmana en Turquía, así como las creencias islámicas sobre el más allá, la mujer y los bebés no nacidos.
Derya nació en 1980 en Eregli (Turquía), y allí vivió su infancia y juventud. Era una niña musulmana educada como tal en su casa y en la escuela. Pero su ateísmo incipiente se fue forjando con la ruptura del matrimonio de sus padres. La causa fue el propósito de su padre de tener otra esposa en casa.
Su sufrimiento ante tal divorcio fue profundo. Y halló que «la fe musulmana a la que me aferré durante tanto tiempo no me dio ningún consuelo. Como mis oraciones quedaron sin respuesta, una duda se mantuvo en mí: ¿Había alguien escuchando? Empecé a dudar de lo que mis padres me enseñaron», afirma.
Entonces decidió intentar resolver sus dudas, y cuenta que «por primera vez en mi vida, el temor servil que se me inculcó desde la infancia cedió y decidí leer sobre Mahoma y el islam por mi cuenta. Lo que descubrí sobre la vida de Mahoma fue decepcionante». «Era un hombre al que no quería seguir —recuerda Derya— y a partir de ese momento tan solo faltó un corto paso para caer en el ateísmo, porque el único dios que conocí era un Alá irracional, caprichoso y sin amor».
Buscó refugió en las ciencias y en una vida de libertinaje y embriaguez, donde la moral no existía. Sabía que iba a un abismo, pero «no tenía dónde ir». Así pasaron años con rechazo a cualquier cosa que sonara a religión o tradición.
Contacto con el ateísmo y la ideología comunista
Los amigos de la escuela secundaria de Derya la dieron a conocer escritores ateos y pensadores comunistas, y comenzó a leer a Marx, Kafka y Nietzsche. El paso del agnosticismo al ateísmo fue evidente. «Mi ateísmo me relevó de las cargas de la conciencia», escribió. Por lo cual la promiscuidad se apoderó de ella. Y poco después de empezar la vida universitaria, Derya se enteró de que estaba embarazada. Ella tuvo un aborto sin pensar mucho en ello.
Aunque ya no practicaba el islam, dice que su educación influyó en su decisión de abortar a su hijo por nacer. Y a este respecto, añade: «El islam tiene una postura vaga con respecto al aborto. Aunque el Corán condena el asesinato de personas, excepto la defensa personal, la defensa nacional y la pena de muerte, no menciona el aborto. Puesto que el Corán no prohíbe ni permite explícitamente el aborto, los teólogos islámicos tienen diferentes opiniones sobre él. La mayoría de los teólogos permiten el aborto hasta el día 40 del embarazo, mientras que otros lo permiten hasta el día 120, cuando supuestamente la fuerza de la vida entra en el cuerpo». «… Sin una clara convicción de que la persona humana está presente desde el momento de su concepción, el islam no tiene una enseñanza explícita sobre si o cuándo se debe permitir el aborto».
Abortar a su hijo no nacido no parecía ser un gran problema para Little al principio, pero afectó profundamente su vida. Su relación con el novio se deterioró rápidamente, y finalmente terminaron. Unos años más tarde, ella abortó a un segundo bebé nonato. Su relación con el novio terminó no mucho después de este segundo aborto. Derya tenía 19 años.
Encuentro con una misionera cristiana
Sin embargo, Derya explica que «el Señor sabía que yo necesitaba a alguien tan decidido y crítico como yo, así que me envió a una misionera protestante, en una ciudad de cinco millones de personas donde las iglesias son extremadamente difíciles de encontrar».
Todo comenzó cuando Derya empezó a enseñar a una mujer estadounidense el idioma turco. Más tarde supo que Therese era una misionera cristiana. Bien educada e inteligente, Therese comenzó a impresionar a Little con sus profundas creencias religiosas y su capacidad para defenderlas.
Uno de los primeros temas que surgieron en sus discusiones fue el del aborto. «Therese fue la primera persona provida que había conocido», escribe Little. «Su convicción acerca de la vida desde la concepción fue tan fuerte e inspiradora que, aunque no estaba de acuerdo con ella, sentía envidia de la confianza que tenía. Su inquebrantable posición sobre el aborto me tocó profundamente».
Little dice que quería mucho que Therese estuviera equivocada, pero su amiga defendió su posición con hechos científicos y lógica, y poco a poco empezó a ver la verdad. Escribe: «… Argumenté que las mujeres necesitaban tener acceso a métodos de control de la natalidad, incluido el aborto, para liberarse de la tiranía de los hombres, aunque yo sabía que el aborto victimizaba y marcaba a las mujeres. Incluso yo, atea pragmática y egoísta, experimenté dolor por mis abortos».
Finalmente, el testimonio de Therese llevó a Derya a cambiar sus creencias, a punto tal que se convirtió en provida mientras aún era atea.
El encuentro con Cristo
Tal fue el primer fruto de la relación entre Derya y Therese. Pero aún había algo más profundo. Escribe Derya: «Yo, que creía haber descubierto los secretos del universo, quería liberar a Therese de las cadenas serviles de un dios falso. Ella, por su parte, vio en mí a una joven quebrantada y pecadora, a quien sus padres le hicieron daño. A pesar de mi conducta rebelde hacia cualquier sistema de creencias, ella sabía que yo estaba desesperadamente necesitada de la gracia».
Tres años estuvieron ambas discutiendo sobre ateísmo y cristianismo. Horas de charlas, de argumentaciones, hasta que al final Derya cedió porque «la ciencia no podía proporcionar todas las respuestas y podría haber un dios».
Derya empezó a asumir que podría existir Dios, pero no podía dejar de preguntarse cómo podría seguir a un ser que permitía tanto mal. «No entendía el pecado ni el libre albedrío hasta que leí un capítulo de Dostoyevski que trataba las tentaciones de Cristo en el desierto. Entonces comprendí que todo el mal en el mundo es cometido por los seres humanos».
Un Dios que quería ser amado, no temido
Además, Derya descubrió que «para ser verdaderamente libres, no esclavos, tenemos que tener libre albedrío, lo que significa que podemos pecar, y por tanto que habrá víctimas. Por primera vez vislumbré a un Dios que quería que lo amáramos, no simplemente que le temiéramos».
A los 22 años se convirtió al cristianismo y se bautizó en una iglesia protestante. «Ahora, yo era la hija del rey eterno que me amaba incondicionalmente. Esta vez, el miedo que sentía era filial, como el de un niño que teme decepcionar a su padre».
En la Iglesia católica encontró todas las respuestas
En su camino ya había recorrido un buen trecho, pero todavía tenía preguntas importantes que el protestantismo no le podía responder. Su corazón seguía en búsqueda. ¿Cómo era que la Biblia era la única autoridad si durante siglos se desconocía? ¿Elimina Dios el libre albedrío una vez que se llega a ser cristiano? ¿Cómo podía ser que Jesús, que murió en la cruz, ascendió al cielo sin dejar a nadie para guiar a sus seguidores? Estas eran algunas preguntas que se realizaba constantemente.
Y las respuestas llegarían después de que un buen amigo suyo se convirtiera al catolicismo. En su intento de hacerle ver todos los errores de la Iglesia católica, ella empezó a recibir respuesta a todas sus preguntas. «Sí; Cristo había dejado una autoridad para guiarnos. No; no fuimos salvados solo por la fe. Sí; el Espíritu Santo era capaz de proteger las enseñanzas de Cristo. No; el libro del Génesis no era una narración científica. La Iglesia Católica, para mi propia sorpresa, era capaz de conciliar la fe y la ciencia».
Así, Derya concluye su testimonio contando que «Roma me llamaba a casa y respondí». «Cristo en su gran misericordia y amor abrió mi corazón y puso siervos suyos en mi camino, guiándome en última instancia a la misma Iglesia que él fundó».
Esposa y madre católica
Ahora esposa, madre de cuatro hijos y escritora, Derya dice que hoy ella es quien es por causa de Jesucristo. Ella dice que su fe la ha ayudado a perdonarse a sí misma y a los demás por el dolor de su pasado.
«Por el amor y la misericordia de Cristo, cada día me esfuerzo por seguir adelante y hacia arriba en la fe y encontrar maneras de compartir mi fe». Concluye: «Caigo, pero entonces siempre encuentro más perdón, más gracias y más amor para levantarme de nuevo».
¿No suena a no cansarse nunca de estar empezando siempre?
Nota final: Derya se define a sí misma con este perfil en twitter: «Católica. Esposa. Madre. Lectora. Escritora. Reidora. Aspirando a la santidad». ¡Bravo, Derya!