El águila y la tortuga

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El águila y la tortuga. Ilustración: Juan Francisco Miral
El águila y la tortuga. Ilustración: Juan Francisco Miral

Mala y engañosa ciencia es juzgar por las apariencias.

-Refranero-

Gayo o Cayo Plinio Secundo (+79) fue un escritor y militar romano del siglo I, que es conocido por el nombre de Plinio el Viejo para diferenciarlo de su sobrino e hijo adoptivo Plinio el Joven.

Hace ya veinte siglos que Plinio el Viejo escribió cómo las águilas agarran a las tortugas y las levantan muy alto para luego dejarlas caer sobre rocas. Así consiguen romper su caparazón para después comérselas. A veces, el caparazón de la tortuga es muy duro y no se rompe al primer impacto, entonces el águila repite el mismo proceso hasta conseguir lo que quiere.

Imaginemos la vida de una tortuga. Siempre arrastrándose por el suelo, sin más perspectiva que la que le alcanza su vista a ras de tierra, y, de repente, un águila la agarra y comienza a subirla y subirla. Si estando en el aire, la tortuga asoma la cabeza, descubrirá un mundo nuevo, unas vistas espectaculares que jamás de los jamases habría podido imaginar. Deslumbrada por tanta belleza, sería lógico que la bienintencionada tortuga pensase: «Qué buen amigo tengo en el águila». Y se sentiría feliz con los grandes horizontes que se abrían antes sus ojos, y dando gracias por el nuevo amigo que había encontrado.

Pero, claro, los sueños, sueños son y, de pronto, el águila suelta a la tortuga y esta empieza a caer, a caer… hasta que se estrella. Ahí se rompe el sueño y comienza la dura realidad: no era un amigo el que la elevaba.

Cada uno debe aceptar que es lo que es y como es. Y es que una tortuga no nació para volar. Estaba contenta porque el águila la había sacado de lo «normal», de lo «aburrido» de «lo de siempre», pero no se dio cuenta de que nunca debe alegrarse uno de estar entre las garras del enemigo.

¿Qué podemos aprender del águila y la tortuga? Pues que hay «águilas» que nos venden libertad, nuevos avances libres del aburrido mundo de nuestros abuelos, de la leyes morales y naturales…, e intentan romper el «caparazón» que nos protege como personas civilizadas.

Para mí que hay bastantes personas que se asemejan al buenismo de la pobre tortuga y, deslumbradas por los falsos brillos de «los nuevos avances» —ideología de género, aborto, eutanasia…— no se dan cuentan de que estos conceptos actúan en nosotros como el águila y la tortuga.

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