La Visitación: un Movimiento educativo

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Marko Rupnik. Visitación. Santuario de la Virgen de Ta’Pinu (Malta)
Marko Rupnik. Visitación. Santuario de la Virgen de Ta’Pinu (Malta)

¿Cómo transformar hoy el mañana? En algunas películas futuristas se envían hombres de hoy al futuro para poder cambiarlo. Pero hay un modo más eficaz de convertir el futuro: apostar decididamente por la educación —en la escuela, la familia, las asociaciones; incluyendo la autoeducación—. Como afirma el papa Francisco (7.2.2020), «colaborar en la educación de las futuras generaciones no es algo del mañana, sino del hoy».

María destaca en la Visitación a su prima Isabel como el modelo de educadora, ya que —según afirma el venerable P. Tomás Morales— en esos tres meses forma a Juan Bautista. Podemos decir que inicia un auténtico movimiento educativo, y nos descubre que la educación:

  1. Requiere el olvido de sí (María se levantó) La educación ha de estar centrada en el educando, no en el bienestar y la autorrealización del educador, que ha de estar dispuesto a ser puente que se usa y se olvida.
  2. Es un camino (y se puso en camino). Es un proceso que implica ponerse en movimiento (¡es un movimiento educativo!). Y, como todo recorrido, tiene un inicio (punto de partida), un recorrido y una meta (una finalidad).
  3. Precisa un espíritu decidido (deprisa). Pone en juego todo el ser, dejando fuera la pereza, la indecisión o la acomodación, sin distraerse por los vericuetos del camino.
  4. Eleva al educando (hacia la montaña). Supone encumbrar al hombre, proponerle nuevas metas para que capte horizontes elevados. El educador se abaja para elevar al educando. Como la Virgen de Gredos en su 30 aniversario: se abaja, y nos eleva; reproduce la paradoja del subir bajando.
  5. Se trata de amor hecho servicio (entró en casa de Zacarías). La educación requiere entrar «en la casa» del educando. Se desplaza; no pretende que el educando venga a la casa del educador. Somos servidores, no funcionarios.
  6. Brota de un encuentro (Y saludó a Isabel). Supone el encuentro del educando con el educador. Requiere la presencia, como el amor; de ahí que no pueda suplirse enteramente por medios telemáticos o virtuales.
  7. Es asombro contagioso (saltó la criatura en el vientre). La educación es como un diapasón que cuando se pone en resonancia mueve a otros diapasones. Contagia asombro, y asombra contagiando. Educamos desde, en y para el entusiasmo.
  8. Supone, crea y transmite un ambiente de alegría (saltó de alegría). Requiere un clima propicio: atractivo, gozoso y valioso; aunque a la par exigente y sin concesiones a lo chapucero. La superación produce y comunica alegría.
  9. Se teje en los pequeños detalles (Ha mirado la pequeñez de su esclava). Se apoya en el inmenso valor de lo pequeño.
  10. Exige constancia (Permaneció tres meses). Está hecha de paciencia y tenacidad; de ahí la importancia de la educación en la constancia… y de la constancia en la educación.

Y, en definitiva, María nos enseña que el auténtico educador es el Señor (Proclama mi alma la grandeza del Señor). Todo en la educación cristiana se refiere a Jesucristo: parte de Él y vuelve a Él. El Señor, que María lleva en su seno, es el guía y motor de la educación.

Un movimiento educativo que María inició hace dos mil años y nos alcanza —como la onda propagada en el estanque— para que, encarnándolo hoy, nos «pongamos en movimiento» (¡como Movimiento de Santa María!) y transformemos el mañana.

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