¿Tendré que recurrir a una magnífica pintura de Paolo Veronés, para proclamar lo que a voz en grito y en paciencia, ha practicado la cultura occidental como el principio y fundamento de la verdadera educación durante milenios? No es sino indicio de locura haber arrojado por la borda que es en el cultivo de la virtud donde radica el número áureo de la educación. No se construye el saber ni se adquiere la madurez sin la exigencia. Maestro no me aplaudas, ni me diviertas, invítame a ser más en mi mejor proyecto de ser.
En el museo del Prado podéis contemplar en el cuadro del Veronés el secreto de la verdadera educación. Se titula: Hércules entre el vicio y la virtud. La vida es una opción de libertad, dos estilos de vida con resultados radicalmente distintos. El jovencito ataviado como adolescente del siglo XVI puede desconcertarnos, ¿Qué tiene que ver esto con Hércules, el de la maza y músculos atléticos, hercúleos? Precisamente es el adolescente el que nos da la pista.
Jenofonte en el libro Recuerdos de Sócrates reproduce un texto ontológico del sofista Pródico, de del que solo incluyo un fragmento. ¡Un texto del siglo IV a.C.! Ahí es nada. Esto representa el cuadro:
«Cuando Hércules estaba pasando de la niñez a la adolescencia, momento en el que los jóvenes al hacerse independientes revelan si se orientarán en la vida por el camino de la virtud o por el del vicio, cuentan que salió a un lugar tranquilo y se sentó sin saber por cuál de los dos caminos se dirigiría…Y que se le aparecieron dos mujeres altas que se acercaban a él, una de ellas de hermoso aspecto y naturaleza noble, engalanado de pureza su cuerpo, la mirada púdica, su figura sobria, vestida de blanco. La otra estaba bien nutrida, metida en carnes y blanda, embellecida de color… tenía los ojos abiertos de par en par y llevaba un vestido que dejaba entrever sus encantos juveniles. Cuando estuvieron más cerca, la segunda se adelantó ansiosa a Heracles y le dijo:
—Te veo indeciso. Si me tomas por amiga, yo te llevaré por el camino más dulce y más fácil, no te quedarás sin probar ninguno de los placeres y vivirás sin conocer las dificultades. En primer lugar, no tendrás que preocuparte de guerras ni trabajos, sino que te pasarás la vida pensando qué comer o beber, qué podrías ver u oír para deleitarte, qué te gustaría oler, con qué jovencitos te gustaría más estar acompañado, cómo dormirías más blando, y cómo conseguirías todo ello con el menor trabajo.
En esto se acercó la otra mujer y dijo:
—Yo he venido también a ti, Heracles, porque sé quiénes son tus padres y me he dado cuenta de tu carácter durante tu educación. Por ello tengo la esperanza de que, si orientas tu camino hacia mí, seguro que podrás llegar a ser un buen ejecutor de nobles y hermosas hazañas y que yo misma seré mucho más estimada e ilustre por los bienes que otorgo. No te voy a engañar con preludios de placer, sino que te explicaré cómo son las cosas en realidad, tal como los dioses las establecieron. Porque de cuantas cosas buenas y nobles existen, los dioses no conceden nada a los hombres sin esfuerzo ni solicitud.